Aarón es un programador en Coacalco. Tiene 31 años es casado y no tiene hijos. Más raro aún, siente que no le hace falta tenerlos porque percibe a sus sobrinos como tales. En la vida de Aarón no hay lugar para el enojo o lo malos ratos, pues sabe que al enfadarse solo se daña a sí mismo, además nunca esta donde no quiere estar. Su vida ha sido hermosa, constante y sin sobresaltos, y hasta ahora se siente satisfecho con ella, realiza lo que se propone, lento pero seguro.
Aarón va todos los domingos a visitar a sus familiares, propios o políticos y trata siempre de expresarles su aprecio y agradecimiento por acompañarlo a ser quien es, a él y a su esposa. Teme perderlos algún día pero entiende que nadie es eterno. Eso es lo que Aarón teme. Su voz es escasa, habla poco y ríe mucho. Tiene un aire serio en su semblante. Pero es solo una fachada que se desvanece cuando intima con las personas que le rodean.
Aarón es alto y regordete, tiene una comicidad natural. Con esa misma naturalidad dice que disfruta cada etapa de su vida sin extrañar lo que ya pasó y sin añorar en exceso lo que aun no ha vivido.